Volví de la reunión de ayer leyendo en el tren el documento que el PCE y otros habían propuesto para la subcomisión de documentos políticos. Acababa de llegar por correo electrónico y como terminamos pronto me dio tiempo a subir a un despacho para que me lo imprimieran y echarle un ojo. No conozco aún lo que plantean desde otros lados (más allá de manifiestos y demás), pero me reafirmó en mi idea de que, si no había consenso para un único documento, era porque alguien no quería. Es un buen documento de 30 folios, y en mi opinión pueden ser polémicos los dos o tres primeros y los tres o cuatro últimos. Todo lo demás, evidentemente, muy enmendable dentro de un sano debate político e ideológico, pero como cuestiones espinosas solo eso; no está mal, ¿no?
Se me presentaba la duda entonces de si no habría sido cerrazón de los otros sectores el no haber asumido esos planteamientos como base, negociando la exclusión de tal o cual apartado o alguna expresión gruesa. Tiene pasajes que resultan evidentemente redactados como un documento de parte, pero podrían haberse revisado y que posteriormente esos sectores hubieran intentado volver a introducirlos en forma de enmienda. Pero, claro, si había sido cerrazón ante ese papel, no tenía mucho sentido que fueran precisamente los otros sectores los que más empeño mostrasen en que hubiera un solo papel. Me dio entonces la sensación de que era una lucha por quién ponía el "texto base" para no mostrar debilidad.
Mala clave de funcionamiento, pero resulta que tampoco era eso. A primeras horas de la mañana, una de las personas que estaban reunidas hoy para intentar un acuerdo en última instancia me avisa por SMS de que el sector más vinculado al todavía Coordinador acepta que el texto sobre el que se trabaje sea el que leí en el tren. Buena señal: quizás me guste menos el resultado (mis afinidades son conocidas), pero al menos este punto de partida hace casi imposible de evitar el auerdo.
Pero igual que dos no pelean si uno no quiere, tampoco se ponen de acuerdo si alguien se niega. Según he sabido después de la reunión, y no precisamente de nadie cercano a Gaspar Llamazares, esa primera concesión no ha sido suficiente y no se han aceptado enmiendas de dicha parte. Dicho en plata: se ha preferido que no hubiera documento de consenso a pesar de que se basara en su texto inicial. No ha habido voluntad de sacar los temas espinosos para tratar de introducirlos posteriormente en enmiendas, y se ha preferido que sea el Consejo Político Federal el que dirima la cuestión. Ahora bien, en la reunión del viernes, la Comisión tendrá que ver cómo soluciona esta anómala situación, porque presentarse sin un documento de consenso supone presentarse sin el principal de sus deberes hecho.
De forma un tanto ilusa en algún momento llegué a pensar que el ponernos de acuerdo en otras cosas pero no en las tesis políticas era algo bueno. Estamos peleándonos por política, al fin y al cabo, todo un avance respecto de otras Asambleas donde parecían secundarias las tesis y no importaba que hubiera un solo documento para tener dos o más candidaturas. Pero no se trataba de esto; simple y llanamente eran el terreno de batalla elegido, como en otras ocasiones ha sido la votación de la mesa o el informe de gestión.
Hoy, no puedo evitar mojarme. No me mojo por mayor o menor afinidad, cosa que hago pero al margen de mi participación en la Comisión, sino porque me parece una burla haber estado mareando la perdiz durante meses para llegar a un resultado que podía haber sido el mismo si la dirección hubiera presentado sus papeles y quien quisiera hubiese medido fuerzas con un texto alternativo. Creo que, tal y como estamos, no nos podemos permitir esto. Si fuera por diferencias políticas reales, lo entendería; siendo por tacticismo, me desilusiona.
Se me presentaba la duda entonces de si no habría sido cerrazón de los otros sectores el no haber asumido esos planteamientos como base, negociando la exclusión de tal o cual apartado o alguna expresión gruesa. Tiene pasajes que resultan evidentemente redactados como un documento de parte, pero podrían haberse revisado y que posteriormente esos sectores hubieran intentado volver a introducirlos en forma de enmienda. Pero, claro, si había sido cerrazón ante ese papel, no tenía mucho sentido que fueran precisamente los otros sectores los que más empeño mostrasen en que hubiera un solo papel. Me dio entonces la sensación de que era una lucha por quién ponía el "texto base" para no mostrar debilidad.
Mala clave de funcionamiento, pero resulta que tampoco era eso. A primeras horas de la mañana, una de las personas que estaban reunidas hoy para intentar un acuerdo en última instancia me avisa por SMS de que el sector más vinculado al todavía Coordinador acepta que el texto sobre el que se trabaje sea el que leí en el tren. Buena señal: quizás me guste menos el resultado (mis afinidades son conocidas), pero al menos este punto de partida hace casi imposible de evitar el auerdo.
Pero igual que dos no pelean si uno no quiere, tampoco se ponen de acuerdo si alguien se niega. Según he sabido después de la reunión, y no precisamente de nadie cercano a Gaspar Llamazares, esa primera concesión no ha sido suficiente y no se han aceptado enmiendas de dicha parte. Dicho en plata: se ha preferido que no hubiera documento de consenso a pesar de que se basara en su texto inicial. No ha habido voluntad de sacar los temas espinosos para tratar de introducirlos posteriormente en enmiendas, y se ha preferido que sea el Consejo Político Federal el que dirima la cuestión. Ahora bien, en la reunión del viernes, la Comisión tendrá que ver cómo soluciona esta anómala situación, porque presentarse sin un documento de consenso supone presentarse sin el principal de sus deberes hecho.
De forma un tanto ilusa en algún momento llegué a pensar que el ponernos de acuerdo en otras cosas pero no en las tesis políticas era algo bueno. Estamos peleándonos por política, al fin y al cabo, todo un avance respecto de otras Asambleas donde parecían secundarias las tesis y no importaba que hubiera un solo documento para tener dos o más candidaturas. Pero no se trataba de esto; simple y llanamente eran el terreno de batalla elegido, como en otras ocasiones ha sido la votación de la mesa o el informe de gestión.
Hoy, no puedo evitar mojarme. No me mojo por mayor o menor afinidad, cosa que hago pero al margen de mi participación en la Comisión, sino porque me parece una burla haber estado mareando la perdiz durante meses para llegar a un resultado que podía haber sido el mismo si la dirección hubiera presentado sus papeles y quien quisiera hubiese medido fuerzas con un texto alternativo. Creo que, tal y como estamos, no nos podemos permitir esto. Si fuera por diferencias políticas reales, lo entendería; siendo por tacticismo, me desilusiona.
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